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MONTECITO (Lenguaje de AMLO y el destino de México)

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Por Mario López*


Andrés Manuel López Obrador es muy lento al hablar, pausado, surreal, rebuscado, provinciano, sureño, costeño… irredento, pues.


Ha vivido en la lucha social. Se formó, como todo político de antaño, en las filas del priismo, no existía otra forma de acceder a la política/poder.


AMLO se encargó de construir un personaje competo. Cuenta con todos los elementos de una mística con los suyos, de una idea social de compromiso, con un fondo de búsqueda de sus raíces e identidad con el sureste de donde es originario, estuvo como maestro rural en una escuela Normal, en el Instituto Nacional Indigenista (INI) así como actividades en la Universidad Autónoma de Tabasco y en la UNAM. Se relacionó con un paisano y poeta famoso, Carlos Pellicer, con un político y catedrático que le lanzó a la vida pública, Enrique González Pedrero y luego fuera asesor de él mismo durante la campaña política a la presidencia en 2006. También tuvo como asesor a un José Agustín Ortiz Pincetti, se dice que un buen número de personajes de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales y del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM


La manera de hablar se relaciona con las búsquedas de identidad, con la identificación con el otro… Es seseo, el parloteo, las referencias históricas, el énfasis en las eses (fuiste, trajistes, cerrastes…) son eso. Un consiente estado de alerta con el personaje y el discurso que Krauze le endilgó en 2006, El Mesías Tropical (https://www.letraslibres.com/espana-mexico/revista/el-mesias-tropical) por lo mismo, aunque criticando la falta de la ortodoxia política mexicana.


Tardó diez años en hacer su tesis de licenciatura, la política le distraía de los quehaceres académicos, hasta que la presión le urgió. Aunque cuenta con 17 libros editados.


México es grande y gusta de arquetipos, de lo pintoresco, lo llamado bizarro en la academia (valiente, generoso) y en lo popular (extraño, raro y exagerado al extremo).


México es grande y disgusta de lo extremo porque se desconoce, de lo raro porque le teme, de lo extraño, porque no gusta de la inestabilidad a pesar de que vive desde el principio con desequilibrio e incertidumbre histórica. También disgusta de los arquetipos porque son diferentes, tampoco de lo bizarro porque está fuera de los paradigmas, sale de control, saca de balance y eso se considera que no es funcional, pues trae un flujo que hace cambios y se prefiere lo estable, el equilibrio, la paz que aplaca pero aplasta, aniquila, e invita a la negligencia…


México ha atravesado por grandes cambios estructurales. Desde la época Prehispánica, sometimiento de unos grupos con otros, en el Virreinato la conquista, en la Independencia la subordinación y el yugo, la Revolución con sucesiones de oligarquías, grupúsculos venidos a menos, humillación y sucesión.


Hoy México no está dispuesto a cambiar, solo ha buscado estabilidad en el caos. Un sistema que se mantiene gracias a los movimientos del ying y del yang, del claroscuro de la dicotomía cultural: sol, luna; Huitzilopochtli, Quetzalcoatl; día, noche; diablo, dios; blanco, negro; bueno, malo. El gesto descompuesto de lo que sucede, la sonrisa maliciosa de lo que va, responde a las necesidades de un aparato gracias a las fuerzas internas de la polaridad necesaria.


Un cambio se da en una revolución. El paisanaje ha atravesado dificultades y no está dispuesto a generar un profundo régimen porque ha costado mucho lo que cada quien ha conseguido. Muchos con corrupción, la mayoría con trabajo.

El status quo se mantiene y todos conservan lo que urge… tal vez y solo tal vez no lo que realmente necesitan.


*Mario López es profesor desde 1991 en la Universidad Nacional Autónoma de México en la Facultad de Estudios Superiores Aragón. Dice que confía en el Multiverso. Que se encuentra entre las causas perdidas y mundos alternos. Es CEO de su Yo. Que es humano, demasiado humano, le interesa la política y la cultura. La comunicación.

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